La campaña de recogida de la aceituna ha comenzado en Córdoba, y en lugares como Belmez, Villanueva del Rey, el Guadiato y Los Pedroches, tradición y esfuerzo se entrelazan en la dura pero orgullosa rutina de sus jornaleros.
Hemos querido alejarnos de los números, las previsiones y las preocupaciones climáticas para centrarnos en los verdaderos protagonistas de esta temporada: las personas que, con esfuerzo y dedicación, hacen posible la recolección.Esta temporada, que se espera se prolongue hasta enero, es el reflejo del compromiso y la dedicación de quienes trabajan en el olivar, y desde Diariodebelmez.com, hemos querido acercarnos a su realidad.
Durante varios días, acompañamos a una cuadrilla de jornaleros en su labor. Al amanecer, antes de que los primeros rayos de sol iluminen el campo, los vehículos llegan al olivar. Sin dilación, los trabajadores descargan las herramientas: las varas de fibra para varear, el vibrador de gancho, el capazo o la espuerta, y los telones o fardos. Cada minuto cuenta, y las horas de luz se aprovechan al máximo.
El trabajo está organizado con precisión. Algunos varean los olivos con movimientos enérgicos y rápidos, haciendo caer las aceitunas que se recogen en los fardos, que otros cuidan con esmero para no perder ni una. Otro grupo limpia las ramas caídas y cargan las aceitunas en cubas, sacos o camiones, listas para su transporte. La coordinación entre ellos es admirable: cada uno conoce su tarea y la ejecuta con destreza, pasando de un olivo a otro con agilidad.
Sin embargo, este esfuerzo no está exento de dificultades. El terreno pedregoso, lleno de zarzas, pone a prueba cada paso. Las inclemencias del tiempo, ya sea el frío de la mañana o el calor que llega con el mediodía se suman al cansancio físico. Pero nada detiene a estos jornaleros, que enfrentan cada jornada con una resistencia que solo puede calificarse de heroica.
A mediodía, hacen una pausa breve bajo la sombra de un olivo. Comparten un trozo de pan con embutido y, entre risas, se preparan mentalmente para la faena que aún les queda. No hay mucho tiempo para descansar, porque el trabajo debe continuar hasta que el sol se oculte y las aceitunas recolectadas sean llevadas a la almazara.
Al finalizar la jornada, el cansancio se hace evidente, pero también la satisfacción de haber cumplido con una tarea ardua. Guardan las herramientas, se despiden con sonrisas y marchan a casa, sabiendo que al día siguiente volverán a enfrentar el mismo desafío.
Desde Diariodebelmez.com, queremos dedicar estas palabras a los jornaleros del olivar, cuya labor incansable mantiene viva una tradición esencial para nuestra tierra. Vuestro esfuerzo no solo sostiene nuestra economía, sino que también enriquece el espíritu de nuestras comunidades. Gracias por vuestra entrega y trabajo, por demostrar cada día que la esencia del campo no está en la tierra, sino en las manos que la trabajan.