
En la madrugada del próximo sábado 28 al domingo 29 de octubre, el reloj se convertirá en una máquina del tiempo para los belmezanos, belmezanas y para millones de personas en todo el país.
A las 3:00 horas de la madrugada, los relojes retrocederán mágicamente para marcar las 2:00 horas, otorgando a todos una hora adicional en la noche.
Bajo la penumbra de la noche, cuando la mayoría del pueblo duerme en un silencio tranquilo, un proceso coordinado y silencioso se llevará a cabo en todos los hogares y dispositivos electrónicos. Es el ritual anual del cambio de hora, una tradición que nos invita a un pequeño viaje en el tiempo.
A medida que los relojes se retrasan, se dice que ganamos una hora extra de sueño, como un regalo del tiempo mismo. Las calles se vuelven silenciosas y el pueblo parece detenerse por un momento mientras el mundo se ajusta a su nuevo horario.
Este cambio horario, una práctica que se repite dos veces al año, marca el fin del horario de verano, llevando consigo el calor de los días largos y soleados. Los días se vuelven más cortos, las noches más largas y el ambiente se impregna con una sensación de acogedora intimidad.
Este pequeño ajuste en nuestros relojes nos recuerda la naturaleza cíclica del tiempo y cómo nuestros días y noches están intrínsecamente ligados al movimiento de la Tierra alrededor del sol. Mientras ajustamos nuestros relojes, también reflexionamos sobre cómo el tiempo fluye incesantemente, llevándonos hacia el futuro, un minuto a la vez.
Así que, en la noche del próximo sábado, cuando el reloj marque las 3:00 horas y se transforme en las 2:00 horas, aprovechemos esta hora extra con gratitud. Ya sea dedicándola al descanso, la reflexión o a disfrutar de un momento tranquilo, es un regalo efímero pero valioso del universo. Porque en esta pequeña discrepancia en el tiempo, encontramos un recordatorio de que, en última instancia, el tiempo es uno de nuestros tesoros más preciosos, y cada momento cuenta en nuestro viaje a través de la vida.